Abraham Lincoln

Un bergantín cruza el Atlántico rumbo a Nueva Inglaterra desde las costas africanas. En su interior mil negros aguardan su destino que generalmente es una plantación de algodón al sur de lo que hoy conocemos como Los Estados Unidos. Los mercaderes de personas habían tenido en cuenta que mil negros no llegaban vivos, así que tenían un margen de error. Una vez en tierra los sobrevivientes eran comprados por terratenientes y después vendidos al mejor postor. Se convertían en maquinas, en propiedad de un terrateniente loco, eran menos que cosas, un eslabón en la próspera cadena de producción agrícola. La importación, o mejor, la exportación de negros, fue una idea que durante años dio vueltas en la cabeza de Abraham Lincoln.

El pequeño Abe (así le decían de cariño) creció rodeado por las asperezas de un país en formación. Desde siempre estuvo familiarizado con la mudanza bajo la promesa de un lugar mejor al occidente que recompensaría su trabajo y el de su familia con tierras más fértiles y dividendos más altos. Básicamente la dinámica consistía en adquirir un terreno, talar sus árboles, arar la tierra y sembrar su suelo. Intentaron llevarlo a la escuela pero fue un desastre, no por él sino por el nomadismo de su familia. De la escuela una cosa le quedó: amor por los libros. Años después el leñador sería elegido presidente de EEUU. Los libros son una cosa muy poderosa.

No sé si los leñadores son lectores voraces pero este sí que lo era. En su carácter recio, casi primitivo, Abraham Lincoln era un lector insaciable. El personaje histórico del que todos hemos escuchado llega a ser quien fue principalmente por su amor a la lectura y por eventos que marcaron su vida como un viaje comercial que realiza a la ciudad de New Orleans en las postrimerías de su adolescencia. La primera vez que Abraham Lincoln abandona las profundidades del bosque, lo hace por encargo de un burgués que requiere un contacto comercial en la ciudad. Le impacta profundamente la soledad del hombre en sociedad. A nadie le importa quién es él, qué viene a hacer, qué necesita. Abe tenía una memoria prodigiosa, cualquier cosa le desencadenaba una historia y en esta ciudad no tiene con quién compartir sus reacciones. De carácter religioso es testigo de una economía liberal en génesis que utiliza como mano de obra los esclavos traídos de África. Lo que ve lo deja perplejo. Las dejaciones y actos abyectos que presencia nunca le permitirán ser el mismo. Alguien tiene que liberar a los esclavos, alguien tiene que hacer algo por ellos y no hay nadie a la vista.

Por ahora Lincoln decide ser abogado, refinar esa chabacanería, esos ademanes rústicos mal vistos en lo más curtido de la sociedad. Atraviesa el país como abogado defensor, lo que le permite darse a conocer entre los menos favorecidos y conocer de primera mano el desarrollo de un país que aún crece hacia la costa oeste y que no termina de definir su rumbo después de su independencia del Reino Unido. Esta vida trashumante define sus directrices políticas, le inocula el germen. Pocas personas conocen la situación del país como él la conoce y menos poseen la preparación para llevar las riendas de una sociedad que clama a gritos por líderes.

Empieza en el punto más bajo y termina en la cumbre. Su reconocimiento pasó de condados a ciudades y de ciudades a estados. Desde que se convierte en senador de la república su posición frontal en contra de la esclavitud le granjea enemigos principalmente en los estados del sur. Lincoln lo sabe. Por eso propone proyectos que deroguen «la institución» (así la llamaban) paulatinamente, los cambios drásticos nunca están bien vistos así que propone lugares cercanos a plazas importantes, edificios de gobernación, puntos de atención a embajadores extranjeros. Su empresa parece imposible pero su voz gana fuerza a medida que escala posiciones.

La guerra

Abraham Lincoln, el burdo leñador de Kentucky alcanza el honor más alto de la democracia estadounidense y de inmediato se propone conformar un país que haga honor al país que en su momento soñaron Benjamin Franklin y George Washington, es decir, un país en el que todas las personas en su suelo albergaran los mismos derechos y deberes bajo una constitución sagrada. La reacción no se hace esperar. Casi que instantáneamente los estados del sur se declaran en desobediencia y se organizan en una confederación que prima el nacimiento en suelo estadounidense y que basa su desarrollo agrícola e industrial en la manufactura esclava. La tensión es grande y eventualmente es declarada la guerra entre el norte y el sur, la unión y la confederación, la igualdad y la esclavitud. El combate es cruento, las bajas se cuentan por cientos de miles, el dominio es compartido pero el norte logra neutralizar refuerzos marítimos para los confederados lo que desequilibra la balanza para el lado de Lincoln que termina ganando la guerra y aboliendo la esclavitud.

Liberados, los esclavos se ven en el portal de sus vidas. Comienza una larga inclusión de la población negra en la Unión norteamericana que al siglo XXI no termina de cuajar. El nuevo reto de Lincoln y de la mayoría fue dotar de los mismos derechos a una población despreciada, considerada inferior. Algunos liberados retornan a África a países recién creados como Sierra Leona, Gambia y Liberia con el único objeto de albergar población que había sido esclava. Los negros que deciden permanecer en el país son distribuidos principalmente a lo largo del sur de Los Estados Unidos, un sur recién vencido y con sangre en el ojo.

Es urgente sentar las bases de una sociedad ecuánime en un país dividido, destruido por la guerra y que continúa creciendo aceleradamente. Los ciudadanos conocen la dificultad de la empresa pero confían en Lincoln, es un hombre con la claridad para afrontar la empresa, para conducir a esa población heterogénea de ese novísimo país a surgir de la guerra y sobre eso construir una sociedad digna. Es por esos días que pronuncia su célebre Discurso en Gettysburg muy recomendado.

La supremacía dejó de ser supremacía sin esclavos y la xenofobia se exacerbó cuando oleadas de inmigrantes europeos se constituyeron como fuente principal de población. Abraham Lincoln está en el palco de un teatro cuando le disparan por detrás. Oh captain, my captain our fearful trip is done. Su plan de gobierno ahora tendrá que ser llevado a cabo por unos intérpretes que deben hacerse cargo de una agenda integracionista que busca detener el odio racial que causó la inclusión de afrodescendientes entre la población civil.

Qué habría sido de EEUU si no matan a Lincoln. La herida que todavía los desgarra proviene de la orfandad en que quedó el país cuando Lincoln fue baleado, cuando al plan integracionista solo le quedó la confrontación como herramienta. Su ausencia hizo que EEUU aprendiera por prueba y error y se convirtiera en un adolescente corajudo, pendenciero, fuerte, astuto, que años después será la potencia mundial, como si ese periodo de orfandad hubiera dotado al país de la fortaleza que necesitaba. Su presencia y ausencia cambiaron el destino del mundo. Si extirpo su nombre de la historia, el presente no sería el mismo y eso que no es compatriota.

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